FAP y alianza terapéutica: el poder del vínculo en terapia
/La Terapia Analítico Funcional (FAP) pone el foco en la interacción como motor de cambio. Es especialmente útil para abordar problemas relacionales y demandas sociales, ya que trabaja a través del vínculo terapéutico. En este enfoque el terapeuta no es un observador pasivo, sino un participante activo que utiliza su propia conducta para modelar y moldear nuevos comportamientos en el consultante.
El repertorio óptimo del terapeuta en FAP
Para generar vínculos terapéuticos efectivos el terapeuta debe desarrollar ciertas habilidades interpersonales clave:
Aserción de necesidades: expresar de manera clara y oportuna las propias necesidades dentro de la sesión.
Conciencia del impacto bidireccional: no solo se trata de cómo influimos en el cliente, sino de reconocer cómo su comportamiento nos afecta a nosotros y cómo esto puede formar parte del problema o su mantenimiento.
Manejo del conflicto: afrontarlo sin miedo, de forma abierta y asertiva.
Revelación y cercanía interpersonal: ser capaces de compartir experiencias y emociones propias cuando sean funcionales para el proceso terapéutico.
Expresión emocional genuina: permitirnos sentir y mostrar emociones en consulta, en lugar de ocultarlas bajo una coraza de distancia profesional.
La importancia de ser genuino
A menudo, en la formación como psicólogos, se nos inculca la idea de mantener una postura fría y distante, como si lleváramos un corsé, lo que puede generar una barrera artificial en la relación terapéutica. Sin embargo, en la FAP se enfatiza la importancia de aprovechar nuestro repertorio natural como personas para enriquecer la terapia.
Esto es especialmente relevante en casos con dificultades relacionales, donde el terapeuta puede modelar cómo interactuar de manera saludable. Mostrar nuestras emociones cuando sea útil permite al consultante aprender que su conducta tiene un impacto en los demás.
Además, en lugar de recurrir a reforzadores genéricos como "muy bien" o "fenomenal", podemos utilizar respuestas más naturales y significativas según el contexto de la persona. Esto fortalecerá la autenticidad del vínculo terapéutico.
Expresar emociones en terapia
Expresar emociones en consulta no se trata simplemente de desahogarnos a lo loco, sino de generar aprendizajes en nuestros consultantes. Algunas claves para hacerlo de manera efectiva incluyen:
Tener un objetivo claro: la expresión emocional debe servir para que el consultante aprenda sobre el impacto de su conducta.
Elegir el enfoque adecuado: podemos hacerlo de forma socrática ("¿cómo crees que me hace sentir esto?") o más directa ("esto que has dicho me hace sentir...").
Evitar que la emoción tenga una función punitiva: no se trata de castigar al consultante, sino de ayudarle a tomar conciencia y fomentar el cambio.
Aún así, cada terapeuta tiene su propia historia de aprendizaje, lo que puede hacer que ciertas emociones sean más difíciles de expresar. Por ejemplo, el enfado suele ser complicado de mostrar, ya que se asocia con la idea errónea de que una buena relación terapéutica es aquella sin conflictos. Sin embargo, abordar los conflictos puede fortalecer la relación y aumentar la confianza.
Demandar consideración en la relación terapéutica
Uno de los aspectos fundamentales para la FAP es el reconocimiento de que la relación terapéutica no es unidireccional. Tradicionalmente, se ha puesto el foco en el bienestar y las necesidades del consultante, dejando en un segundo plano el impacto que su conducta tiene sobre el terapeuta. Sin embargo, en la FAP se plantea que el terapeuta también es una persona dentro de la interacción y que, al igual que en cualquier otra relación, tiene derechos, necesidades y emociones que pueden y deben ser tenidas en cuenta.
Demandar consideración en la relación terapéutica no significa hacer que el consultante nos cuide emocionalmente, sino enseñarle que sus acciones tienen un impacto en los demás. Este aprendizaje es crucial, especialmente para personas con dificultades relacionales o que no han desarrollado una sensibilidad hacia el efecto que su comportamiento tiene en los otros.
Uno de los escenarios más comunes en los que se pone a prueba la consideración del cliente es la política de cancelaciones. Supongamos que un cliente cancela una sesión a última hora y se molesta cuando se le cobra la sesión cancelada. En muchas ocasiones los terapeutas pueden evitar confrontar la situación por miedo a generar incomodidad o conflicto. Sin embargo, esta es una oportunidad clave para trabajar en la relación terapéutica y modelar una interacción más saludable.
En lugar de ignorar la reacción del consultante, podemos abordarla directamente en sesión:
“Me he dado cuenta de que te molestó que se cobrara la sesión cancelada. Me gustaría que habláramos sobre esto, porque más allá de la política, me afecta a mí como terapeuta y también al proceso terapéutico”
Esta conversación permite que el consultante reflexione sobre el impacto de sus acciones y que aprenda que las relaciones, incluidas las terapéuticas, requieren respeto y responsabilidad mutua. Además, refuerza el mensaje de que la terapia es una relación real, con normas y límites que no solo protegen al terapeuta, sino que también estructuran el espacio de trabajo.
Aplicación en la FAP: CCR y Reglas
La FAP trabaja con Conductas Clínicamente Relevantes (CCR), que se dividen en tres tipos:
CCR1: problemas del cliente que ocurren durante la sesión.
CCR2: mejoras del cliente dentro de la sesión.
CCR3: interpretaciones del cliente sobre su propia conducta.
Para optimizar la intervención, la FAP propone cinco reglas clave:
Observar las CCR: identificarlas previamente y definir ejemplos concretos.
Evocar las CCR: diseñar estrategias para que se presenten en sesión.
Reforzar las CCR2: usar el propio comportamiento del terapeuta como reforzador natural.
Observar los efectos de la conducta del terapeuta: evaluar cómo nuestras respuestas impactan en el proceso.
Ofrecer interpretaciones funcionales: ayudar al consultante a comprender las variables que afectan su conducta.
Conclusión
El objetivo final es que la terapia sea un espacio natural, donde las interacciones sean auténticas y funcionales para el cambio. Si nos anulamos como personas podemos estar generando un contexto artificial en el que las conductas problemáticas del consultante no tengan consecuencias naturales, perpetuando su mantenimiento.
Ser genuinos, expresar nuestras emociones de manera estratégica y considerar nuestro impacto en la relación terapéutica son elementos clave para fortalecer la alianza terapéutica y favorecer el cambio.
Laura Gil García
Artículo escrito por Laura Gil García | Marketing Digital en Libertia Psicología, Instituto Libertia y Vamos de la Mano.